HISTORIA


OSCAR REINOSO, UN DEPORTISTA QUE AMPUTADO DE UNA PIERNA SE JUEGA POR LA ARGENTINA EN EL MUNDO.

Buenos Aires, Cuatro años después de que su hijo sobreviviera a la tragedia de Cromañón, a Oscar Reinoso le detectaron un cáncer que derivó en la amputación de su pierna derecha y cambió su vida para siempre: desde entonces planteó una lucha sin tregua contra la enfermedad que aún hoy se mantiene latente en su cuerpo y se convirtió en el primer discapacitado 'motriz' que compite en el circuito amateur de tenis.

Un persistente dolor en su pierna derecha, que Reinoso comenzó a sentir durante unas vacaciones en Brasil, fue el punto de partida de un diagnóstico tan sorpresivo como inevitable: "Tiene un sarcoma sinovial y hay que amputar", fueron las palabras que le oyó decir al joven médico de guardia que previamente le había ordenado una tomografía de urgencia.

A partir de ese momento ya nada fue igual en la vida de este hombre que alguna vez integró la selección nacional de taekwondo: "Fueron momentos muy difíciles. Viajé a Estados Unidos, Cuba e Israel con la esperanza de tener una alternativa pero en todos esos lugares me dijeron que la única solución era amputar la pierna. No fue fácil tomar la decisión, pero lo tuve que hacer porque corría riesgo de morirme", destaca Reinoso en una entrevista con Télam.

"Los primeros tiempos fueron muy difíciles. Recuerdo la primera vez que me vio sin la pierna mi profesor de tenis en Vélez, Fernando Rilo. Su cara se transformó tanto al verme que me hizo ver que nunca volvería a ser el mismo. Caí en una depresión muy profunda y tuve momentos embromados", asegura.

Reinoso considera que para su recuperación fue decisivo el apoyo de toda su familia y en especial de su esposa Marcela, quien además de afrontar los altibajos de su marido tuvo que salir a trabajar para sostener la economía familiar.

"Yo vivía en una casa que está cerca de la vía. Se me pasó entre 15 y 20 veces la idea de tirarme debajo de un tren porque además de lo que yo sufría veía que le había complicado la vida a mi familia. Pero también pensaba: ¿Y si quedo peor? ¿Y si sobrevivo pero encima me terminan cortando la pierna o los brazos?", evoca.

No era la primera vez que Reinoso se confrontaba con la tragedia: en 2004 su hijo Lautaro había sobrevivido al incendio del boliche Cromañón en el que murieron 198 personas y eso de alguna manera lo ayudó a tener una perspectiva optimista que prevaleció aún en los momentos más oscuros de su enfermedad.

"Yo tengo un conocido cuyo hija se murió en Cromañón. Y siempre pienso: mi hijo está vivo, yo estoy vivo. Tengo que estar agradecido y contento. Y debo seguir luchando cada día porque hay otros problemas más graves que los míos", explica.

Superados los primeros tiempos más arduos, que incluyeron siete meses bajo tratamiento psicológico, Reinoso se empezó a familiarizar con su pierna ortopédica y a descubrir nuevas habilidades que alentaron la posibilidad de retomar su vínculo con el deporte.

"Primero empecé a relacionarme con otras personas que padecían cáncer y comprendí que ellos eran mis pares. Luego empecé a ir a Ramsay, que es un centro nacional de rehabilitación y ahí conocí a otros discapacitados y me di cuenta que había peores cosas", apunta.

"En Ramsay volví a tener contacto con el deporte ya que empecé a nadar y ese fue el comienzo de mi retorno a la vida. Desde ese momento no paré más. Me contacté con los que juegan al tenis en silla de ruedas pero rápidamente me di cuenta de que yo quería más", relata.

"Un día, sin contarle a nadie, agarré la raqueta y me fui a jugar al frontón del Parque Sarmiento. La emoción fue tan grande que inmediatamente lo llamé a mi profesor de Vélez y le dije que quería volver a tomar clases", acota.

Así comenzó un derrotero que al principio lo acercó al tenis desde un punto de vista recreativo y que con el tiempo lo llevó a luchar por volver a la competencia: "Empecé de a poco y al principio fue difícil pero con el transcurrir del tiempo fui incorporando cada vez más movilidad hasta que un día decidí trabajar también con un preparador físico", enumera.

"Toda mi vida estuve ligado al deporte ya que de chico representé al país en taekwondo y por ese motivo volver a jugar al tenis fue tan importante para mí. No me importa si gano o pierdo. Disfruto en una cancha de tenis y mi objetivo es poder demostrarle a todos que se puede jugar con una pierna ortopédica."

El tipo de operación a la que fue sometido Reinoso es más compleja que lo habitual, dado que por la localización de su tumor los médicos tuvieron que amputarle también la rodilla, limitando aún más su movilidad.
"Yo soy un amputado sobre rodilla, lo que quiere decir que mi cuerpo tiene que inventar el movimiento de la rodilla porque no la tengo. En el mundo hay alrededor de diez personas en estas condiciones que lograron realizar algún tipo de práctica deportiva", asegura.

Explica que la pierna ortopédica de alto rendimiento que utiliza para desplazarse cuesta alrededor de 40.000 pesos y está hecha de titanio y carbono: "Pesa mas o menos lo que pesaba mi pierna, casi cuatro kilos", acota.

Frente a la adversidad y las épocas duras del pasado, la vida parece haber otorgado una revancha a Reinoso, que  viajó a Nueva Zelanda para visitar a su hijo Lautaro -quien decidió radicarse en ese país tras el episodio de Cromañon- con la expectativa "extra" de conocer a los integrantes de la Selección de Rugby de ese país, los míticos All Blacks.

"Por unos contactos que hizo mi hijo me llamó el cónsul argentino y me dijo que existía la posibilidad de conocer a los All Blacks. También me invitaron a dar una serie de charlas en distintas universidades de allá", exclama con euforia. También fue invitado a participar de una maraton que se realizo en Nueva Zelanada. ahi descubri que mi pasión por el deporte era total y que cada día me propongo nuevas metas en las que siempre haré el esfuerzo para alcanzarlas, afirma.

La lucha de este padre de cuatro hijos parece sin embargo lejos de concluir, ya que desde la amputación de su pierna en 2008, sufrió dos veces metástasis en los pulmones y debió ser operado.

"Yo siempre digo que el cáncer es tonto, porque si yo me muero se muere también. Entonces, el cáncer me tiene que cuidar a mí. Igual, yo me voy preparando todos los días para lo que puede venir. Hoy tengo 50 años pero no sé cómo va a reaccionar mi cuerpo en el futuro",

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